Claire se deja llevar por el momento y la satisfacción la calienta por dentro como no podría hacerlo el sol. Observó cómo los rígidos hombros de la madre se retiraban hasta desaparecer entre la maraña de toallas y sombrillas cerca de la entrada principal, con el niño a remolque como un barco.
Las risitas se desvanecieron, sustituidas una vez más por el rítmico chocar y retroceder de las olas. Y así, el aire se sintió más ligero. La tensión que había estado apretada en su pecho toda la tarde se deshizo, sustituida por una calma fácil.