Después de repetidas advertencias, ya había tenido suficiente: ¡mira cómo el karma detuvo a este chico revoltoso!

Suspiró, cerró su libro y se resignó al hecho de que ese día había sido una causa perdida desde el momento en que llegaron. Y entonces ocurrió. El chico volvió a la carga desde la orilla, con el cubo lleno hasta rebosar y el agua brillando a la luz del sol.

Esta vez se dirigió directamente hacia su madre, pero no vio el borde de su toalla de playa. Su pie se enganchó y salió disparado hacia delante. El contenido del cubo, una ola llena de agua de mar y terrones de arena arenosa, voló en un arco perfecto antes de estrellarse contra el portátil abierto en el regazo de su madre.