Después de repetidas advertencias, ya había tenido suficiente: ¡mira cómo el karma detuvo a este chico revoltoso!

Claire dudó. El cubo pesaba más y sabía que probablemente no era la mejor idea para un niño de su tamaño cargar con él lleno de agua y arena. Pero su entusiasmo la ablandó. Sacó sus cosas, las dejó junto a la silla y le dio el cubo. «Claro», le dijo, esbozando una pequeña sonrisa. «Asegúrate de no derramarlo sobre nadie, ¿vale?»

«De acuerdo Gracias», contestó el niño con alegría y se fue trotando hacia la orilla con su premio. Por un momento, Claire casi se sintió más ligera, hasta que la madre levantó la cabeza. «¡Eh!», le ladró, con una voz cortante en la arena, lo bastante aguda como para hacer que algunos de los bañistas que estaban cerca la miraran. «No le hables así a mi hijo»