Pero cuando cumplió dieciséis años, todo cambió. El granero quedó en silencio. Y él también, al menos en cuanto a lo que guardaba dentro. Aquella mañana, cuando Claire se dirigía al granero, sus dos hermanos la seguían con los brazos cruzados y sonrisas de lado.
«¿Abrirás por fin la cámara acorazada?», preguntó Sam Preguntó Sam, y Bryan añadió: «Tengo curiosidad por saber lo que papá creía que valía la pena ocultarnos». Claire no contestó. Buscó el viejo pestillo, donde antes estaba el pesado candado. Ya no estaba.