Trajo flores del jardín y las colocó en tarros vacíos. Poco a poco, el lugar se transformó, no en un hogar ni en un monumento, sino en un refugio. En el suyo. Semanas más tarde, cuando el testamento ya estaba resuelto y las discusiones se habían calmado, Claire se reunió con un tranquilo agente inmobiliario de la ciudad.
Le entregó una lista de organizaciones benéficas locales, pequeñas granjas y una familia que había perdido todo el año anterior. Se quedó con lo justo de su herencia para empezar algo pequeño: un jardín de flores y hierbas en la parcela vacía detrás del granero.