Su padre dijo que el granero estaba prohibido, pero lo que encontró dentro tras la herencia lo cambió todo

La que él adoraba. La que no podía hacer nada malo. Así que cuando le tocó la peor parte, ninguno de sus hermanos lo sintió. En todo caso, lo vieron como un equilibrio largamente esperado. Lo había dejado todo cuando su padre enfermó, abandonó su trabajo en Chicago, puso fin a una relación y regresó al hogar del que una vez luchó por escapar.

No por herencia. Ni siquiera por culpa. Volvió porque le quería. Porque cuando los médicos dijeron «semanas, quizá meses», ella no podía imaginárselo muriendo rodeado de extraños. Habían pasado catorce meses.