Su padre dijo que el granero estaba prohibido, pero lo que encontró dentro tras la herencia lo cambió todo

Claire rebuscó en cada una de ellas, con el pulso latiéndole como un reloj en la garganta. En la penúltima bolsa, debajo de una pila de discos de vinilo deformados y una chaqueta vieja, la encontró. La tercera llave. Era la más pequeña de las tres: de latón, ligeramente deslustrada, atada con la misma cinta de color rojo intenso.

Claire la acercó a la luz parpadeante del sótano y sintió que el peso del momento se apoderaba de sus hombros. Sus dedos se enroscaron alrededor del juego mientras se volvía hacia la caja fuerte. La primera llave volvió a girar con facilidad. También la segunda. Luego vino la tercera. Clic.