Claire tosió mientras el polvo se levantaba en gruesos rizos. Las bisagras se resistieron, el metal chirriando contra la madera, pero finalmente la puerta cedió y se dobló hacia atrás para revelar una estrecha escalera. De madera. Desigual. Desvaneciéndose en la oscuridad. Claire encendió la linterna y apuntó hacia abajo.
El haz de luz iluminó unos viejos escalones -algunos inclinados, otros agrietados- que conducían a lo que parecía un sótano, a unos tres o cuatro metros de profundidad. El aire que ascendía desde abajo olía a rancio y húmedo, a piedra mojada y moho. Dudó. Pero luego descendió.