Claire se puso de lado y se agarró con más fuerza a la almohada. Le habían tirado el granero como si fuera una sobra. Quizá sólo fuera eso. Pero tal vez no lo era. A la mañana siguiente, regresó con una linterna, guantes de trabajo y la vieja palanca de su padre.
La madera gimió cuando entró en el granero, el aire era más frío y el silencio más denso. Se arrodilló al borde de la trampilla. Rodeó el anillo con los dedos. Y tiró. La trampilla se abrió con un crujido y un fuerte gemido, como si algo exhalara por primera vez en años.