Su padre dijo que el granero estaba prohibido, pero lo que encontró dentro tras la herencia lo cambió todo

Se agachó, tanteando los bordes. Era real. Pesada, bien cerrada. Sin pestillo. Sólo el anillo. Se quedó mirándola un largo rato, consciente de repente de lo silencioso que se había vuelto el granero. No había viento. Sin crujidos. Sólo su respiración y el suave tic de un pájaro que anidaba en las vigas.

¿Cómo no se había dado cuenta? Ya de niña había corrido por el suelo cientos de veces. Había jugado al pilla-pilla por los establos. Construido fuertes de balas de heno. Este rincón siempre había sido… un almacén. Su mano se tensó en el anillo de metal. Pero la soltó.