Su padre dijo que el granero estaba prohibido, pero lo que encontró dentro tras la herencia lo cambió todo

Cada crujido de las tablas del suelo bajo sus botas sonaba más fuerte ahora que los animales se habían ido. Los establos estaban vacíos, desprovistos de heno y de su propósito desde hacía mucho tiempo. Incluso las gastadas placas con los nombres -Bessie, Duke, Honey- seguían colgando sobre las puertas, agrietadas y descoloridas.

Se tomó su tiempo con cada rincón. No porque fuera necesario. Sino porque lo sentía como una penitencia. Hacía años que no entraba aquí, que no entraba de verdad. Solía ayudar a su padre a limpiar los establos y a dar de comer a las cabras.