El montículo de su jardín crecía y entonces decidió desenterrarlo..

Marie le observaba desde la ventana de la cocina, con el ceño fruncido por la preocupación. Le recordó que tenían otros proyectos, como arreglar el canalón o pintar el pasillo, pero Walter negó con la cabeza. El montículo se había convertido en una promesa de verdad que ya no podía posponer.

Aquella mañana, Marie salió y le pidió en voz baja que tuviera cuidado. «¿Y si es algo peligroso?», murmuró. «Tuberías viejas, productos químicos enterrados hace décadas… ¿Y si están reaccionando? Quién sabe lo que la gente solía tirar en sus patios» Su voz tenía un temblor que intentó disimular.