El montículo de su jardín crecía y entonces decidió desenterrarlo..

Walter se inclinó, esperando algo más, pero el anciano negó con la cabeza. «No causaba problemas, tampoco charlaba. Le cortaba el césped, tenía familia y desaparecía en casa al anochecer. No puedo decir que le conociera de verdad» La vaguedad no hacía sino ahondar el misterio.

A finales de aquel verano cayó una fuerte tormenta que empapó el jardín y dejó caer gruesos riachuelos de agua a lo largo del cobertizo. A la mañana siguiente, Walter salió y se quedó helado. Un lado del montículo se había erosionado, dejando entrever algo denso y extrañamente liso bajo la tierra.