Miró alrededor del estudio, las estanterías caídas, el polvo espeso sobre los libros de Henry. Por primera vez, el silencio de la finca le pareció menos sofocante. Era simplemente el eco de un hombre que había soportado demasiado solo, dejando tras de sí un enigma como explicación, no como condena.
Andrew reunió los documentos con cuidado, envolviéndolos en tela. No los exhibiría para aclamarlos, ni los enterraría de nuevo. Los conservaría en silencio, respetando la vida que Henry había elegido. El jardín había revelado su secreto y, con él, Andrew había recuperado la verdadera historia de su familia.