La palanca se deslizó bajo la tapa hinchada. Andrew apoyó el pie en el lateral, con los músculos tensos. Con un gemido de protesta, el cierre finalmente cedió, y el sonido resonó en el estudio como un disparo. El polvo se esparció por el aire, cargado de olor a moho y a viejos secretos.
Por un instante vaciló, mirando la tapa entreabierta. Se le oprimió el pecho y respiró entrecortadamente. Luego, con manos temblorosas, la levantó por completo. Las bisagras chirriaron. Dentro había fajos de papeles amarillentos por el paso del tiempo, atados con cintas descoloridas. Bajo ellos, las tapas de cuero brillaban débilmente a través de las capas de tejido desmenuzado.