A la mañana siguiente se lo contó a su madre y vio cómo su rostro se suavizaba de alivio y orgullo. «Acepta», le dijo su madre, apretándole la mano. «Será bueno para ti» Y por primera vez en mucho tiempo, Kayla se sintió esperanzada, como si las cosas estuvieran empezando a cambiar en la dirección correcta.
No podía saber entonces lo complicado que se volvería todo. Ni que entrar en casa de los Reynolds la pondría en medio de algo que aún no comprendía, algo para lo que ninguna formación como niñera podría haberla preparado.