Los agentes sujetaron con fuerza al hombre, ignorándola. Sabrina se volvió de nuevo hacia ellos, con la voz entrecortada. «¡Soltadle! No es un ladrón, es mi hijo» A Kayla se le cortó la respiración. Todo se detuvo por un instante. Incluso los agentes se congelaron. Mark se quedó mirando a Sabrina, atónito. «¿Tu hijo?», repitió, con la voz hueca. «Sabrina… ¿de qué estás hablando?»
Las manos de Sabrina temblaban mientras se acercaba al intruso, que le devolvía la mirada con una mezcla de vergüenza y desesperación. «No sabía cómo decírtelo», susurró Sabrina. «Llevo semanas dándole comida a escondidas. No tenía a dónde ir» Se le quebró la voz. «Es mi primer hijo, Mark. Lo tuve mucho antes de conocernos. Y volvió porque no tenía a nadie más»