«¿Tommy?», llamó suavemente. El salón estaba vacío. No había juguetes en el suelo. No había rompecabezas a medio terminar. Nada. Después miró en la cocina. Seguía sin haber nada. No fue hasta que sacó su teléfono para enviar un mensaje de texto a Sabrina que lo vio: un mensaje que había perdido esa misma mañana:
«¡Hola, Kayla! Hoy me llevo a Tommy. No hace falta que vengas. Nos vemos mañana» Kayla exhaló avergonzada, con las mejillas encendidas. No debería haber venido. Debería haber mirado el teléfono. Se giró hacia la puerta principal, dispuesta a escabullirse y fingir que todo aquello no había ocurrido.