Tal vez la extraña rigidez que percibía entre él y Sabrina y que aún no comprendía. Mientras caminaba hacia su casa, Kayla repitió una y otra vez la reacción de Sabrina. Lo que le molestaba no era lo que había dicho. Era lo que no dijo. Ni curiosidad. Ni seguimiento. Ni preocupación. Sólo la misma sonrisa tensa y practicada.
Y por primera vez, Kayla se preguntó si Sabrina ya sabía algo que ella no sabía. Kayla se presentó el martes como siempre: con la mochila al hombro y pensando en cómo entretener a Tommy. Llamó a la puerta dos veces, esperó y utilizó la llave de repuesto que le había dado Mark para entrar en la silenciosa casa.