Después de varios segundos, se obligó a cruzar la cocina. Empujó la puerta trasera y giró la cerradura con cuidado, tratando de estabilizar su respiración. Se sintió tonta por lo nerviosa que estaba, pero la inquietud no desapareció. Se aferró a ella cuando regresó al salón y se sentó junto a Tommy, fingiendo que miraba el teléfono mientras sus ojos se desviaban hacia el pasillo.
Miró la hora una y otra vez, contando los minutos que faltaban para que llegaran los padres. Cuando por fin sonaron las llaves en la puerta principal, sintió un alivio tan rápido que casi se echó a reír. Mark y Sabrina entraron, charlando despreocupadamente sobre su jornada laboral, llenando la casa de una normalidad que al instante hizo que el miedo pareciera… exagerado.