«Pero una vez que tuvieron a nuestros hijos, todo cambió. Se los llevaron, los metieron en orfanatos con el pretexto de que eran huérfanos. Se apoderaron de la custodia de nuestros hijos sin nuestro consentimiento y los vendieron a familias en el extranjero mediante adopciones internacionales.»
Natalie y Adam estaban horrorizados. Les habían mentido, y la agencia de adopción había explotado a unos padres desesperados en Uganda, aprovechándose de sus esperanzas y sueños para el futuro de sus hijos. El peso de la verdad era abrumador, y sentían una profunda sensación de injusticia y rabia.