El director del zoo tomó una decisión audaz: no intervenir todavía. Instalaron cámaras y pusieron a personal veterinario a vigilar el recinto las 24 horas del día. Lo que documentaron en los dos días siguientes fue un milagro.
Lulú y el cachorro eran inseparables. Lo llevaba a todas partes, compartía su fruta con él y lo protegía de los chimpancés más jóvenes y bulliciosos. El cachorro, por su parte, se acurrucaba en sus brazos y la seguía a todas partes.
La historia no tardó en hacerse viral. Medios de comunicación de todo el mundo compartieron imágenes del insólito dúo. Pero el público no conocía la desgarradora razón de este vínculo hasta que un cuidador del zoo explicó la reciente pérdida de Lulu.