A veces, un coche no es sólo un coche. Es un recuerdo sobre ruedas, una historia conservada a la espera de que alguien la descubra. Eso es exactamente lo que ocurrió cuando Daniel Cruz se topó con un Chevrolet Caprice de 1987 muy bien conservado que vendía una anciana. Lo que encontró en su interior fue mucho más que cromo y caballos de potencia.
Una oportunidad demasiado buena para desaprovecharla
Todo aficionado a los coches sueña con encontrar una joya, un vehículo que le haga palpitar el corazón. Para Daniel, ese momento llegó cuando vio un Caprice coupé de 1987 en un estado casi original. Su propietaria lo había cuidado con esmero, lo había conducido poco y lo mantenía impecable. Aunque los coleccionistas la inundaron de ofertas, la mujer se negó a dejárselo a cualquiera. Eligió a Daniel, confiando en que apreciaría la historia del coche y lo dejaría en buenas manos. Incluso cuando los compradores le ofrecieron dinero extra, ella se mantuvo firme en su decisión.