Cuando Rohan despertó, estaba desorientado. El doctor Kumar le explicó la verdad con delicadeza. Durante décadas, Rohan había llevado, sin saberlo, los restos de su hermano gemelo. El mismo vientre que le había convertido en un paria era ahora el centro de uno de los casos médicos más raros del mundo.
La noticia se extendió rápidamente. Rohan pasó de ser objeto de burlas a ser objeto de estudio. Las revistas médicas escribieron sobre él. Aparecieron equipos de noticias. Pero Rohan seguía con los pies en la tierra. La fama no le interesaba. Nunca había pedido llamar la atención, sólo quería paz.
Al volver a casa, Rohan veía la vida con otros ojos. Los campos parecían distintos. El cielo parecía más amplio. Ya no era sólo un hombre: era un recordatorio viviente de los misterios de la biología. La cicatriz de su abdomen se convirtió en un símbolo de supervivencia, un testimonio de los extraños caminos de la vida.